Verano ambiguo

26 julio, 2012

Me tomo unos días de descanso en un pueblo del interior de veinte habitantes. A pesar del calor tórrido y de la geografía, llega todo el rato un aire de mar agradable y lenitivo. Delante hay tierra de cultivo de secano, después un bosque de pinos y detrás, por todas partes, un inmenso parque eólico. Los molinos señalan por la noche su presencia con miles de luces rojas, que compiten con un mar de estrellas que es único. Gracias a los molinos ha venido la internet al pueblo, pero no hay cobertura de móvil. Tengo sentimientos confusos sobre todo esto.

Me he traído libros electrónicos y de los otros. Releo Ways of Seeing, de John Berger, una histórica crítica de la historia del arte, a la manera del filósofo y crítico marxista Walter Benjamin. Hay una serie de la BBC basada en esta obra. Benjamin y Berger pronosticaron el final del arte como objeto de posesión de las minorías ricas y cultas, de su manera de mirar la historia, de la propiedad de las colecciones como signo de éxito y de la autoridad de los comisarios y cuidadores de los museos como traductores de un arte convencional al gusto de los que mandan. Esto debía ser el resultado de los nuevos medios de reproducción, comenzando por la fotografía y el cine, y de comunicación masiva. No conocieron el iPad.

La edición de iBook es más barata y cuidada que la de Kindle y que la impresa, y permite acceder a las obras directamente por Internet. Contemplo la pintura alternativa de autores como Frans Hals o Adriaen Bouwer en una aplicación de iPad que se llama paradójicamente Art Authority, donde reside todo o casi todo el arte culto del mundo en reproducciones espléndidas, sobre las que puedes navegar, ampliar, estudiar en detalle las posesiones de los ricos o de los museos. Cuando Berger escribía que elegimos lo que miramos y lo ponemos a nuestro alcance pero no lo podemos tocar, no sabía lo que puede hacer una tableta. Pero pienso que me gustaría estar en el Metropolitan intentando observar los originales de los Regentes de Hals, apretujado entre un grupo de turistas rusos.

Mirar mucho cansa. Me vuelvo a los poemas de Álvaro de Campos, uno de los heterónimos de Fernando Pessoa, el ingeniero apócrifo que exalta la belleza de la revolución industrial, la nueva fraternidad de las máquinas y la banalidad hermosa de los grandes almacenes, “la belleza de esto que desconocían los antiguos”. Su relación con la modernidad es también ambigua: “os poseo como a una mujer hermosa que uno no ama,/ que, encontrada por casualidad, le parece interesantísima”. Qué diría del mundo actual saturado de inventos, revistas y blogs que son como el “Hola” de las novedades y las trifulcas entre marcas; qué diría de la red social, la trivialidad de la conexión permanente en 140 caracteres: “Sadismo de no sé qué moderno y yo y el barullo”, repetiría probablemente. La poesía me pide papel, no sé leer poesía electrónica.

Levanto la mirada, me encuentro con el horizonte de molinos y el aire de la marinada venida de lejos me alivia. A mi lado están los libros y el iPad y un té frío. La poca gente de este pueblo habla muchísimo. Camino hasta la carretera para hacer una llamada de teléfono. Todo me resulta ambiguo y confuso, inquietante y reparador.

En fin, después de un post tan raro, sólo me queda desearos en nombre de los colaboradores y editores del blog un feliz, digamos, verano.

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Autor / Autora
José Ramón Rodríguez
Profesor de Dirección de Sistemas de Información, Gestión de Proyectos y Business Intelligence de los Estudios de Informática, Multimedia y Telecomunicación de la UOC y consultor de empresas independiente.
Comentarios
Juan26 julio, 2012 a las 11:51 pm

hola que tal buen post me gusto

saludos

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Belén30 julio, 2012 a las 4:01 pm

Pues te parecerá raro tu post, pero a mí me ha gustado….

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Jorge23 agosto, 2012 a las 12:00 pm

Como ha dicho Belén te parecerá raro tu post, pero a mí tambien me ha gustado mucho. Yo no conozco al mundo sin internet ni tabletas, y la idea de arte como el signo de éxito es extraterrestre para mi, aun asi, cual es la diferencia entre el valor de arte 50 años atras y el de usar ropa de marca (gucci, dolce y gabana, etc) de hoy en día?

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