El discurso del método

7 enero, 2013

Hace unos diez años que participo en el diseño y el despliegue de nuestras asignaturas de Gestión de Proyectos. Ahora, tras algunos semestres de rodaje de los Grados y los Másters de Bolonia, empezamos a ver y evaluar los resultados. No son tan buenos como nos gustaría y encontramos estudiantes quejosos por diversos motivos (pues sí, a veces nos pasa). Para nosotros, es una ocasión de hacer una reflexión desprejuiciada y de ver las mejoras que podemos proponer en el diseño, los materiales, los modelos de evaluación y la propia práctica docente.

L'Annociation (Robert Campin). Fuente: Wikipedia - Licencia: dominio público
L’Annonciation (Robert Campin). Fuente: Wikipedia – Licencia: dominio público

Es también una oportunidad para revisar los modelos de referencia (los «métodos», digamos de momento) de Project Management que usamos y dejamos de usar y ver en qué medida se adaptan a las necesidades de los estudiantes y de las empresas para las que trabajan o trabajarán.

Iré colando por aquí algunos de estos pensamientos. Como Hamlet, pero más viejo y con más proyectos, «vivo en las preguntas»: no esperéis muchas respuestas y remedios en esta serie. De momento, deseo compartir con vosotros algunas reflexiones o contradicciones iniciales:

1. Yo creo que la creación de la Gestión de Proyectos como una disciplina separada de la ingeniería del software, profesionalizada y transversal, fue un avance en todas partes. Hacer proyectos es algo bastante más amplio que hacer software, implantar paquetes estándar, crear aplicaciones multimedia o instalar redes. Necesita procesos de gestión, conocimientos y habilidades que no se adquieren en esas disciplinas. Lo que no sé ahora es si ha sido bueno separarlo tanto y crear cuerpos de conocimiento que a los ingenieros, en especial a los más jóvenes, les resultan demasiado abstractos y alejados de su práctica. La gestión sin la aplicación de los conocimientos y habilidades técnicas es una entelequia.

2. Yo creo que fue una buena idea establecer estándares y codificar nuestra práctica en modelos de referencia administrados por los propios profesionales o por institutos independientes. Diría que ha sido bueno para la profesión, para su aprendizaje y desarrollo y también para las empresas, que han encontrado una oferta de capacidades de confianza, certificadas de uno o de otro modo. Lo que no sé ahora es si eso, como ocurre por lo demás en otras disciplinas, ha ido creando una colección cada vez mayor de procedimientos cada vez más complejos y formalizados, una liturgia y una categoría de catecúmenos (y algunos negocios, como en cualquier iglesia), que se han ido apartando de lo que los practicantes y sus clientes realmente hacen y necesitan. El que inventó la metodología, he dicho algunas veces, no estaba en el cliente.

3. Gestionar proyectos requiere de una mezcla de habilidades de gestión y conocimientos técnicos. Pero también necesita de un conocimiento del entorno empresarial, del contexto en el que el proyecto se hace. La empresa y sus gentes, los objetivos empresariales del proyecto y su espacio organizativo (comenzando por cosas como el tamaño (!) o el sector) son, creo yo, más importantes que el proyecto. El argumento básico de la profesión (la existencia de un esfuerzo único, con principio y fin, con productos observables, y separado de las operaciones y procesos ordinarios de la empresa) acaso es más cuestionable. Como en el urbanismo, la ciudad debería ser más importante que el planeamiento.

4. Me parece, finalmente, pero no en último lugar, que todo esto comenzó como un oficio, una artesanía (craftmanship), según dice Mintzberg, aún más que una ciencia y ni siquiera una profesión. Algo que los viejos enseñaban a los jóvenes y que estos aprendían enfrentándose a retos cada vez más complejos, bajo la supervisión del más experto. El olfato, la experiencia y las heridas de guerra contaban y hacían la diferencia; más que las plantillas, los procesos, las herramientas o las ayudas automáticas. Me da miedo que en el camino, hayamos perdido los básicos de esa artesanía y no seamos capaces de compartirlos con nuestros estudiantes y con nuestros clientes.

Continuará.

Nota: La obra de hoy es el fantástico tríptico del altar de Merode (1427) del artista gótico Robert Campin. Incluye una Anunciación muy especial y algunas de las cosas que intento decir. Esta entrada está inspirada en una conversación cándida y reciente con Ferrán Giménez, director de los programas de Aplicaciones Multimedia de nuestros Estudios.

(Visited 44 times, 2 visits today)
Autor / Autora
José Ramón Rodríguez
Profesor de Dirección de Sistemas de Información, Gestión de Proyectos y Business Intelligence de los Estudios de Informática, Multimedia y Telecomunicación de la UOC y consultor de empresas independiente.
Comentarios
Dani28 enero, 2013 a las 1:05 pm

Personalmente creo que el resultado de los módulos no ha sido tan bueno como se esperaba porque lo han impuesto y no preguntado al cliente, es decir el estudiante…

Estoy de acuerdo de que se puede desglosar la gestión de la implementación de los proyectos pero pienso que en la gestión de proyectos, concretamente proyectos TIC, el Jefe de Proyecto y si me apuran la gran parte de la directiva debería haber estado programando, haciendo análisis técnico y análisis funcional, incluso integración y arquitectura y estar al día de los nuevos frameworks y lenguajes de programación para hacer una estimación correcta sobre todo de tiempo y fechas de entrega. Si más no por lo menos interesarse más profundamente.

Soy consciente de que eso es bastante costoso en tiempo y dinero pero ha veces la especialización radical y separación por bloques, puede llegar a el olvido de temas importantes.

Saludos.

Responder
josé ramón30 enero, 2013 a las 12:23 pm

Hola Dani, gracias por tus comentarios.
Preguntamos mucho y estamos preguntando más, pero o preguntamos mal o tenemos pocas respuestas o poco clarificadoras. Tenemos también una Comisión de seguimiento con los estudiantes, que nos ayuda un poco más. Tu comentario y otros más extensos en cualquier formato nos ayudan. Y precisamente acabo de recibir un correo de un estudiante que nos felicita por haber reaccionado bien a sus críticas y propuestas y ha acabado contento.
Yo creo que el fondo del asunto que planteas es la separación demasiado radical entre el mundo de «la gestión» y el mundo de «la producción». Y a mí me parece que, al menos, pasan dos cosas:
1) Una de método. Las empresas que sólo tienen métodos de producción, se saltan u olvidan cosas y los proyectos salen peor. Las empresas que sólo tienen métodos de gestión, también. Una integración más práctica y menos mecánica de las dos cosas, al menos para el grueso de proyectos más comunes (el 80/20), podría valer la pena.
2) Otra, más importante, de mercado. Como ha dicho aquí alguno de los lectores, si el cliente ya no paga por cosas mucho más sencillas, es difícil que pague por lo que tú pides. Aunque hay algunos clientes que empiezan a hacerlo sobre ciertas bases y algunas empresas de servicios que empiezan a ofrecerlo.
Este fue un post un poco «provocador» y espero que dé para más comentarios y algún post que creo que está preparando algun colega.
Gracias.

Responder
Deja un comentario