Gobierno inteligente

10 junio, 2013

Smart Government. No es un oxímoron, o intenta no serlo. Si hay edificios inteligentes, coches inteligentes y zapatos inteligentes, ¿es mucho pedir que haya gobiernos inteligentes? Ya hubo un paseo intermedio que aún transitan algunas ciudades y fabricantes que aspiran a ser inteligentes (smart cities) y que parece más currado: hay ejercicios y productos de éxito. Bill Clinton escribió un libro para la campaña de Obama que puso el término de moda y ahora la India y alguno más han creado un negociado, que es lo primero que se crea en cualquier gobierno.

Casco de armadura
Casco de armadura

Yo creo que la diferencia esta vez son dos: la primera, hay que ser smart para ahorrar (o sea, austeridad y sostenibilidad son los motivos de moda); y, no en segundo lugar, necesitamos colaborar y cooperar para ahorrar, como decía un lector de mi última entrada.

Por lo tanto, con la crisis, gobiernos y empresas somos menos diferentes. Esto es más relajado para los comentaristas y blogueros. Thom Rubel, analista de la sección de gobiernos de IDC sostiene un decálogo que se resume casi en un mantra con diferentes nombres: eficiencia operativa, sostenibilidad económica, foco en cumplir la misión (y dejar de hacer lo que no toca). Andrea di Maio, uno de sus equivalentes en Gartner, define: «La esencia del smart government es el uso de tecnologías asequibles mediante el uso de aproximaciones y soluciones que desafíen las fronteras actuales». Fronteras entre niveles de la administración, geografías, procesos, funciones, departamentos, tecnologías; fronteras entre el ciudadano y el empleado; fronteras entre los proveedores y la Administración.

Hay maneras más o menos inteligentes de hacer ésto. Quizá lo smart es la manera, aún más que el contenido, la gestión más que la infraestructura:

– Se puede recortar a la brava (por la naturaleza o por departamentos o por personas o vaya Vd. a saber, o sea a la manera contable), o buscar la manera de optimizar la gestión de costes a medio y largo plazo (o sea, la sostenibilidad), con una visión integral del portfolio de activos informáticos y de su ciclo de evolución en el tiempo.

– Control quiere decir centralización y reducción de canales, casi seguro;  pero no sé si nos podemos resistir a dar opciones de equipamiento y servicio a empleados y ciudadanos y buscar estructuras más federales o descentralizadas de gestión del presupuesto y que cada palo aguante su vela.

– La nube no es una opción ya para la informática pública, es obligatoria; pero, a lo mejor, tenemos que buscar formas rápidas y que proporcionen cierta autonomía a los usuarios y departamentos; y encontrar un balance entre consolidación y libertad y asumir un nivel de riesgo. Infraestructuras a la carta.

– La gran depresión es la oportunidad definitiva para el código abierto en las plataformas tradicionales y en las nuevas, y para aquéllos fabricantes y proveedores de servicio que han encontrado modelos de negocio más flexibles e híbridos para ponerse al lado del cliente público.

– Para la gestión de proyectos y la innovación con sentido es también una oportunidad para proyectos más cortos y ágiles, aunque el control presupuestario deba ser más rígido que nunca. Necesitamos rapidez y necesitamos no perder el camino recorrido de control e integración: ¿qué hacer?

– Tiempo para compartir: datos, procesos, infraestructuras. Los open data y la internet de las cosas tendrán sentido si dejan de ser un ejercicio intelectual, o sea si son big data para tomar decisiones y se ponen a disposición del público y las empresas para vivir mejor y hacer negocios.

– Y mientras tanto, tendremos que integrar dentro y fuera de las organizaciones públicas (o sea, con los empleados, usuarios y opinadores) el mundo agitado de lo social, capaz de hundir reputaciones y hacer revoluciones históricas. Pero, ¿cómo?

Si, contra una opinión extendida, el mundo de la informática pública tiene oportunidades y retos (por múltiples, variados, complejos y grandes) muy difíciles de encontrar en la informática de empresa, el tiempo actual pide más que nunca sangre, sudor y lágrimas tanto como inteligencia, equilibrio e innovación.

Nota: La imagen de hoy corresponde a un casco de armadura del siglo XVI, atribuido a un maestro armero del sur de Alemania. Es una pieza preciosa, que se conserva en la colección Wallace de Londres (probablemente la mayor y mejor colección de armas y armaduras del mundo) y que me parece apropiada para gestores públicos de la informática en los tiempos que corren.

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Autor / Autora
José Ramón Rodríguez
Profesor de Dirección de Sistemas de Información, Gestión de Proyectos y Business Intelligence de los Estudios de Informática, Multimedia y Telecomunicación de la UOC y consultor de empresas independiente.
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