Leer a Christensen

28 octubre, 2013

En una entrada reciente prometí hacer justicia a Clayton Christensen, uno de los mayores contribuyentes, junto con Michael Porter,  de la teoría de la estrategia empresarial y, en particular, del rol de la innovación tecnológica. Porter y Christensen son gente conservadora. Christensen sirvió en los gobiernos de Reagan (mirad su foto, tiene un aire) y George Bush (nada menos que como asistente de la polémica senadora Elizabeth Dole). Y es mormón. Sin embargo, sus aportaciones académicas son revolucionarias. Ya  pasa.

Clayton Christensen en el Fórum económico mundial 2013. Fuente: World economic forum, Licencia: CC BY-SA 2.0

Además de su corta y no muy relevante carrera política, Christensen ha sido consultor del Boston Consulting Group y fundador de otras firmas de estrategia, particularmente en el ámbito de la ingeniería e innovación de procesos, como Innosight, y es miembro del Consejo de Administración de Tata Systems, el gigante indio de servicios de sistemas de información.

Pero sobre todo es profesor del departamento de Technology and Operations Management de la Harvard Business School. (En las escuelas de negocios, como en muchas empresas, la dirección de tecnología va cayendo bajo la dirección de operaciones; viene a ser lo que acaba de hacer la UOC con el nombramiento de Rafael Macau, nuestro director de estudios de Informática, Multimedia y Telecomunicaciones como director de Operaciones de la universidad; enhorabuena, Rafael, te echaremos de menos).

Sus mayores aportaciones se dan en el campo del análisis de la ventaja competitiva de las empresas y su sostenibilidad. La teoría de la innovación disruptiva defiende que la mayoría de las empresas líderes mantienen durante tiempo su posición de privilegio mediante la aplicación de mejoras evolutivas de sus productos o sus procesos (por ejemplo, el motor de inyección); a veces, un nuevo invento revoluciona el mercado creando nuevas categorías de productos para los mismos clientes (por ejemplo, la invención del automóvil); pero otras veces, una innovación irrumpe en un mercado tradicional, rompiendo la manera habitual de competir o sirviendo a grupos de clientes con una propuesta de valor diferente (por ejemplo, el barato modelo negro de Ford T, para la gente que no tiene coche). En un excelente artículo de la Wikipedia, podéis ver una lista de ejemplos referidos al mercado de la informática y la electrónica de consumo. Christensen presentó esta teoría en en su libro «El dilema del innovador» (1997), considerado en su momento el mejor libro de management de los años 1990.

Como explicábamos en la entrada anterior, los competidores tradicionales (los incumbentes) tardan en reaccionar o desprecian a los nuevos jugadores, que poco a poco mejoran la calidad de su producto y su cuota de mercado y bajan los precios, ocupando los espacios de sus mayores. Lo más interesante para mí de la teoría de Christensen es el análisis de por qué ésto ocurre y qué pueden hacer unos y otros, que desarrolló en su libro siguiente, «La solución del innovador» (2003).

Según su investigación, las empresas establecidas viven en una cultura, un sistema de valores y un proceso de asignación de recursos que no favorece la innovación disruptiva. No está en su ADN. Los departamentos de marketing e I+D se dedican a mejorar los productos existentes y cuidar a sus mercados y clientes conocidos y no están preparados para desviar talento y dinero a proyectos estrambóticos o inventores de garaje. ¿Por qué cambiar si ya nos va bien? Mientras tanto, empresas pequeñas o grupos de innovadores, si encuentran la financiación necesaria y desarrollan las capacidades empresariales y gerenciales para llevar sus productos al mercado, pueden entrar con ventaja y llegar a ser líderes.

Algunos gigantes pueden copiar o comprar la invención, con más o menos éxito, y unos pocos pueden intentar «reinventarse». Esto es complicado y una manera de consegirlo es generar y financiar nuevas estructuras completamente separadas de la organización matriz dedicadas a innovar con un nuevo sistema de valores.

En los último años, y después de varios problemas de salud de los que se ha recuperado milagrosamente (debe ser la fe), Christensen ha dedicado su investigación y su producción literaria al cambio social, en espacios como las escuelas, la sanidad y la universidad.

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Autor / Autora
José Ramón Rodríguez
Profesor de Dirección de Sistemas de Información, Gestión de Proyectos y Business Intelligence de los Estudios de Informática, Multimedia y Telecomunicación de la UOC y consultor de empresas independiente.
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