Entre CIOs y jefes de Informática

11 febrero, 2013

Joe Peppard, director del departamento de Sistemas de Información en Cranfield (Oxford) y uno de mis autores favoritos, produjo en 2010 otro intento de deshacer esa llave de judo (headlock) que obstruye el entendimiento entre los directivos de negocio y los de informática y limita la capacidad de las empresas para capturar los beneficios de las TIC. Con ese fin, se inventó un modelo muy brillante, que publicó en la California Management Review y que revisamos aquí hace unos meses.

Sísifo, de Franz von Stuck. Imagen de dominio público (en aquellos países en que los derechos de autor tienen una vida de 80 años o menos)

Ocurre que ni la CMR, ni las revistas de negocios de Harvard o el MIT son suficientemente «científicas», así que prometió un nuevo artículo en el Management Information Systems Quarterly Executive, donde nos explicaría la metodología y algunas cosas más. Lo hizo con un par de colegas en 2011 y nos brindó otro baño de sabiduría.

Su tesis ya conocida es que la mayor causa de desencuentro entre el negocio y la informática es la diferencia de expectativas de los unos con relación a los otros y una definición ambigua del rol del CIO, empezando por su título. La opinión (y hasta la teoría)  vigente de naturaleza prescriptiva (basada en los niveles de madurez de la función y en las capacidades sobrehumanas que el CIO debería desarrollar) y la insuficiente formación digital de los directores de negocio han exagerado el gap entre expectativas y realidades y han contribuido a la confusión (y la melancolía).

La expresión «Chief Information Officer» o CIO aparece a comienzos de los 80 (Synott) y se presenta como un cambio de paradigma: el director de informática de nuevo cuño debería dedicarse a la información por encima de la tecnología, a la estrategia sobre las operaciones, a sus clientes y socios de negocio por encima de sus equipos humanos y técnicos, a los ingresos y el crecimiento sobre la eficiencia y el control de costes.

En la práctica (salvo el efecto burbuja que produjeron el año 2000, la implantación masiva de ERPs y los negocios basados en Internet), la mayoría de los directores de Informática no han cambiado tanto y aún menos las expectativas, asunciones y estereotipos de sus jefes y colegas, sobre todo en Europa. Y cuando lo han hecho ha sido por razones inesperadas: por una mayor contratación externa de productos y servicios (que ha ido vaciando los departamentos de IT clásicos), por un deslizamiento de poderes y presupuestos desde el departamento de Informática a los departamentos usuarios y, más recientemente, por la famosa consumerización de la informática corporativa. La crisis ha contribuido a devolver al director de IT a las cavernas de la reducción de costes y el control financiero.

Sean CIOs (poquitos) o Directores de IT, esta gente lee cosas sobre la contribución de las TIC al crecimiento y la innovación, sobre las decisiones compartidas en la estrategia y otros aspectos críticos de la IT (como la continuidad del negocio, los niveles de servicio y el plan de riesgos), sobre su participación ilustrada en los comités de dirección y hasta en los Consejos de Administación. Leer es malísimo. En realidad, una mayoría son juzgados como jefes de informática, o sea como siempre: por que los sistemas no se caigan, los proyectos estén a tiempo y los costes bajo control. El resultado de esa confusión es que los CIOs ya no están mayoritariamente en los comités de dirección y, si lo están, duran menos. «Que le corten la cabeza», que diría la Reina de Alicia en el País de las Maravillas (lectura bien recomendable para CIOs).

Muchos directores generales y primeros ejecutivos, dicen Peppard y otra gente y yo, nunca han entendido muy bien para qué servía un CIO, no han sido capaces de desprenderse de los charlatanes e identificar a los buenos, desarrollarlos en beneficio de la empresa y establecer con ellos (y hacer que lo haga el resto del comité de dirección) relaciones honestas y productivas de trabajo. O sea, los que nunca creyeron en el CIO fueron ellos, mayormente.

Nota: «No hay esfuerzos inútiles. Sísifo entrenaba sus músculos.» La obra de hoy representa el mito del castigo de Sísifo en su representación (1920) por el artista alemán polifacético y poco clasificable Franz von Stuck.

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Autor / Autora
José Ramón Rodríguez
Profesor de Dirección de Sistemas de Información, Gestión de Proyectos y Business Intelligence de los Estudios de Informática, Multimedia y Telecomunicación de la UOC y consultor de empresas independiente.
Comentarios
linux man11 marzo, 2013 a las 12:14 am

Completamente deacuerdo, muy buen post

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