Bletchley Park (I): las máquinas Enigma y la bombe

23 septiembre, 2013

Nunca en el ámbito del conflicto humano tantos han debido tanto a tan pocos

Cuando Winston Churchill pronunció esas palabras, en 1940, refiriéndose a los esfuerzos de los pilotos de la RAF que lucharon en la Batalla de Inglaterra, la operación que llevaba a cabo la Government Code and Cypher School (GC&CS, Escuela de Códigos y Cifras del Gobierno) en Bletchley Park todavía no estaba a pleno rendimiento, y seguiría siendo un asunto de alto secreto durante décadas. De no haber sido así, las palabras de Sir Winston Churchill podrían muy bien haber sido dedicadas a los miles de personas que trabajaron allí, desde 1939, para romper los códigos que los ejércitos alemanes utilizaban en sus comunicaciones durante la Segunda Guerra Mundial.

Ya antes del comienzo de la guerra, los británicos eran conscientes de que descifrar los códigos alemanes iba a ser de vital importancia para ganar el eventual conflicto, por lo que se decidió crear la GC&CS. Su ubicación física debía estar alejada de cualquier posible objetivo estratégico para los bombardeos alemanes y, a la vez, bien conectada tanto con Londres como con Oxford y Cambridge, que proporcionarían la más importante materia prima de la GC&CS: el intelecto humano. De entre un puñado de posibles ubicaciones, se eligió Bletchley Park y la GC&CS se estableció allí en el verano de 1939, días antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial.

Durante casi veinte años Alemania y otros países habían estado utilizando máquinas Enigma para sus comunicaciones cifradas. Esto había llevado a múltiples intentos de romper el esquema de cifrado. Un trío de criptógrafos polacos, Marian Rejewski, Jerzy Różycki y Henryk Zygalski, tuvo éxito en su empeño y esto, a su vez, condujo a una carrera de armas entre los creadores de códigos, que iban añadiendo capas de complejidad a Enigma, y los criptógrafos que buscaban formas cada vez más más sofisticadas de romper los códigos. Las máquinas Enigma originales estaban disponibles comercialmente y, por lo tanto, cualquier criptógrafo podía tener acceso a una y estudiar su funcionamiento, pero las máquinas de uso militar se mantuvieron en secreto, lo que complicaba aun más el trabajo de los que pretendían romper el código. El cifrado original de las Enigma era muy difícil de romper porque tenía un período muy largo (mucho más largo que los mensajes que se cifraban con ellas) y se podrían configurar de cientos de miles de maneras diferentes. Después de algunas evoluciones, las máquinas militares llegaron a ser capaces de más de quince trillones de configuraciones diferentes, y hasta ciento ochenta trillones hacia el final del conflicto.

En 1938, los polacos habían construido la bomba kryptologiczna, un dispositivo mecánico de cálculo que explotaba algunas debilidades en el algoritmo de cifrado Enigma para descifrar los mensajes. En 1939, Alan Turing diseñó en Bletchley Park una evolución de la misma (con mejoras cruciales aportadas por Gordon Welchman). La máquina se conocería como Bombe y se utilizaba para descubrir los ajustes utilizados por las máquinas Enigma, que se cambiaban a diario. Tanto la ‘bomba’ como la bombe eran esencialmente una suma de varias máquinas Enigma. Los operadores (habitualmente las operadoras, de hecho) de la bombe la alimentaban con mensajes cifrados capturados y texto no cifrado que sospechaban que estaba contenido en el mensaje (como, por ejemplo, la palabra alemana Wetterbericht, ‘informe meteorológico’). La bombe procedía a recorrer muy rápidamente las posibles configuraciones de Enigma, desechando todas las combinaciones imposibles y, con un poco de suerte suerte, llegaba a la solución correcta a tiempo para descifrar las comunicaciones alemanas.

Esta entrada se publicó originalmente en inglés en el blog de los 15 años de los Estudios de Informática, Multimedia y Telecomunicación de la UOC.

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Autor / Autora
Cesar Pablo Corcoles Briongos
Comentarios
mantenimiento informatico4 octubre, 2013 a las 11:59 am

Un artículo muy interesante. Enhorabuena por el blog.

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