Escribir bien

28 septiembre, 2021
Foto: Jeremy Bezanger en Unsplash.

Mi primer jefe en el mundo de la consultoría (“el socio”) me dijo enseguida que los consultores somos escritores y dibujantes profesionales. El aterrizaje en la compañía (“la firma”) era un curso sobre el método (cómo trabajamos aquí): el recorrido de un proyecto se representaba como un círculo con fases que tenía en el centro la comunicación. Cada encargo se articulaba alrededor de la producción de los informes y presentaciones y, en cada momento, debías estar preparado para explicar contenidos (no para reportar horas y presupuesto).

De esta escuela de la consultoría estratégica hay fantásticos manuales sobre cómo escribir y presentar, como The pyramid principle, que son útiles casi para explicar cualquier cosa. Esta manera de pensar se basa en la lógica deductiva (probar las hipótesis a través de evidencias) e inductiva (construir teoría a partir de descubrimientos). Y en las formalidades del álgebra booleana (como los principios MECE de McKinsey).

En las ingenierías de la UOC, desde su fundación, le hemos dado siempre importancia a estas habilidades que llamamos “transversales” y que muchas veces se resisten a los perfiles más técnicos. Hay asignaturas de capacidades de comunicación y laboratorios encastados en algunas asignaturas y esta competencia es nuclear para muchas evaluaciones. Debemos este impulso a la determinación de la profesora Maria Jesús Marco y a la confianza de algunos directores de los Estudios y de los programas. Recientemente, la Generalitat de Catalunya le ha otorgado la prestigiosa distinción Vicens Vives a la calidad docente. Dice Marco que escribir bien ayuda a pensar bien. Y, al revés: normalmente algo no muy bien escrito no suele estar muy bien pensado.

Escribir bien ayuda a pensar bien. Y, al revés: normalmente algo no muy bien escrito no suele estar muy bien pensado.

La investigación en paleontología, psicología y neurociencias de las últimas décadas ha mostrado, con hallazgos físicos, datos e imágenes tomográficas, cómo se comporta el cerebro del que escribe y el que lee, delante de palabras, frases, imágenes e historias. Una buena escritura refuerza los mecanismos de aprendizaje, recompensa y adopción de las ideas de otros.

La palabra, dicen Juan José Millas (escritor) y Juan Luis Arsuaga (paleontólogo) es un órgano de visión. El neandertal se separa del mono por su capacidad simbólica. El sapiens por la capacidad oral y la escritura. Parece que escribir sobre piedra facilita la retención y despliega la intuición y la creatividad (lo que no ocurre con los teléfonos móviles).

Esta investigación multidimensional viene a decir que los recursos puramente lógicos o matemáticos no son suficientes para interesar, capturar y convencer la inteligencia y la emoción de los demás. Integrando (y simplificando) los resultados de la investigación, Bill Birchard, otro consultor, ha recopilado en un artículo reciente en la Harvard Business Review las que considera las cualidades de un buen texto escrito: simplicidad, especificidad, sorpresa, emoción, seducción, refuerzo positivo, conexión (social y personal), contar una historia.

Comunicar bien requiere ponerse en el lugar del lector, en su contexto y sus objetivos, interpelarle, conseguir que nuestra escritura le haga pensar y sentir, que lo haga suyo, que convenza a otros y que a continuación pasen cosas.

En las ingenierías de la UOC, desde su fundación, le hemos dado siempre importancia a estas habilidades que llamamos “transversales” y que muchas veces se resisten a los perfiles más técnicos.

Contar una historia (el storytelling) es el medio más eficaz y completo. Incluye recursos como crear lemas o frases fáciles de recordar, contar anécdotas, usar ejemplos visuales, envolver a los oyentes o lectores en una narración con la que puedan conectar personalmente o sentirse identificados, apelarles directamente (“tú”) o expresar vivencias propias (“yo”), usar expresiones precisas que de algún modo se puedan tocar, ver, sentir…

Las generalidades, lugares comunes o expresiones coloquiales no comunican bien, aunque parezca lo contrario. La pedantería y la jerga, tampoco. En el discurso técnico, debemos hacer, aunque nos cueste, un esfuerzo de traducción o re-fraseado para que una mayoría de nuestra audiencia nos pueda entender. Expresar algo con sencillez y precisión no disminuye nuestro conocimiento ni credibilidad, sino que genera confianza y establece vínculos.

Ciertamente, mucha gente que escribe bien tiene un talento innato, que ha ido nutriendo después con la práctica, la experiencia, la intuición y el hábito de leer mucho y de todo. Pero hoy en día, podemos entender mejor en qué consiste escribir bien y podemos ayudar y ayudarnos para hacerlo cada día mejor. Se puede enseñar y se puede aprender y practicar.

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Autor / Autora
José Ramón Rodríguez
Profesor de Dirección de Sistemas de Información, Gestión de Proyectos y Business Intelligence de los Estudios de Informática, Multimedia y Telecomunicación de la UOC y consultor de empresas independiente.
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